Creo que hemos dejado de ser personas. No sé cómo ha pasado, pero nos hemos convertido todos en personajes. Quizá ha sido esta invasión bestial de la ficción en las plataformas audiovisuales o el aburrimiento de una vida acomodada, pero de un tiempo a esta parte tengo la sensación de estar viviendo en una película donde cada uno cumple escrupulosamente su papel.
Encima ha irrumpido en nuestras vidas algo llamado “marca personal” y nos lo hemos creído. A veces intento imaginar cómo podría explicarle ese concepto a mi abuelo y me explota la cabeza. Por lo visto ahora somos marcas con forma humana que tenemos que dedicar nuestro tiempo a hacer cosas para que otros nos compren. Somos nuestro propio producto en el que, supongo, es el último estadio del capitalismo más salvaje.
La consecuencia es que nos hemos convertido en personajes, las redes sociales nos han ayudado a engrandecerlos e incluso hay gente que se los acaba creyendo. Casi nadie a quien conozco en persona se parece a cómo es en twitter o en Instagram. Y cuando tienes un poco de confianza te dicen aquello de: “Bueno, en las redes es un poco el personaje”. ¿Pero qué personaje? ¿Cuál es la película? ¿Dónde me he perdido?
El problema es que ese personaje cada vez conquista más terreno personal y acaba por invadir nuestra realidad por completo. Y eso nos está llevando a una incapacidad total de conectar con otras personas que están representando una ficción en la que lo importante ya no es cómo te sientes, sino qué material tienes para mostrar a los demás. Es como si no pudieras dedicarte a tu vida porque tuvieras un rodaje permanente. Evidentemente eso está llenando las consultas de los psicólogos porque mantener un papel 24 horas al día es bastante agotador.
Últimamente estoy oyendo mucho eso de que el amor dura tres años. Quizá es el personaje lo que dura eso, no el amor. Puede que a los tres años se caiga la máscara y empecemos a ver a la persona que hay detrás de quien nos habíamos enamorado y ya no nos guste tanto. Es decepcionante ver que, en realidad, convives con una persona igual que tú. Con sus miserias, sus miedos y sus zonas oscuras. Porque, no nos engañemos, todos somos bastante iguales. De hecho, en eso se basan la mayoría de monólogos de humor, en hacernos sentir identificados viendo comportamientos propios en otras personas. Y por eso nos gustan tanto los malos de las películas, porque no conocemos a nadie así en la vida real.
A lo de vivir en tu personaje ahora lo llaman “romantizar la vida”, pero a ver si de tanto romantizarla estamos abandonando la vida de verdad. La de aburrirse, la de no necesitar irse de vacaciones al otro lado del mundo, la de entender que no siempre se gana y que no hemos nacido para triunfar, sino para ser felices. La de saber que no todo es posible y que está bien así. La de ser honestos hasta las últimas consecuencias.
Sencillamente genial. Por suerte, quiero pensar que también hay personas que sí somos transparentes. Que sí "somos" sin importarnos mostrarnos vulnerables, tristes y también felices. Porque lo de la "marca personal" en las redes es un hecho, pero en la vida esa marca es sencillamente atreverse a ser, en cualquier ámbito, y gracias a ello hacer sentir a las personas. Porque como hay una frase por ahí que dice algo así como que "las personas recuerdan como las haces sentir..." Y qué cierto es que si te paras a pensar sobre las personas importantes que te rodean, ya sea tu vecina o tu mejor amiga o incluso tú pareja las recuerdas bonito por cómo te hacen sentir y no solo por lo que te muestran. Sea como sea, ojalá entendamos que la auténtica "marca personal" es aquella que realmente muestra la vulnerabilidad que sentimos y somos porque eso es lo que nos conecta. Gracias por seguir compartiéndote y seguir mostrándote para ser persona y no un personaje. ¡Feliz domingo! A seguir siendo. 😉
Así vivimos, pero no sólo en redes. Yo no soy la misma persona en el trabajo, con mi familia, con depende qué amigas. Porque no con todo el mundo puedes mostrarte como eres debido a que no lo entenderían. Por tanto eliges con quién mostrar una u otra faceta. Lo que sí creo es que todos en nuestra identidad pública deberíamos empezar a mostrar no sólo lo bonito sino lo que nos hace vulnerables, pues es lo que nos conecta con el resto. Abrazo