El otro día le confesaba a una amiga que tengo la sensación de no haber aprendido las cosas básicas de la vida. Aquellas que veo a todo el mundo hacer con cierta soltura y a mí se me hacen bola. Creo que mi mayor logro es haber conseguido parecer, a ojos de los demás, un adulto funcional. Pero nada más lejos de la realidad.
Si me ves desde fuera, podría parecer que me desenvuelvo más o menos bien en el día a día, pero por dentro está el mono de los platillos de Homer Simpson rezando para que nada se tuerza ni lo más mínimo y se espere de mí una reacción adecuada que resuelva la situación.
La gente a mi edad tiene hijos. Hijos. Personas que te miran como ejemplo de lo que es correcto en la vida y esperan que les guíes y les eduques. Pero si yo no sé ni qué cenar por las noches y acabo comiendo un trozo de queso, apoyado en la encimera de la cocina, mientras me río con un video de tik tok. A quién voy a educar yo. Cuando me preguntan si quiero tener hijos lo que pienso en realidad es: ¿pero puedo?
No sé dónde habéis aprendido todas esas habilidades que yo ignoro. A qué médico hay que ir si te duele algo, o dónde está el hospital más cercano. Jamás he cocinado nada que necesite más de tres pasos. No me gusta el vino y mucho menos la cerveza. No tengo ni la más remota idea de cómo se cuelga un cuadro, ni nada relacionado con el bricolaje o la jardinería. No sé cambiar una rueda y asiento con la cabeza cuando alguien dice la palabra “Euribor” pero me suena a ruso, no entiendo la declaración de la renta y he adquirido una habilidad increíble para que parezca que comprendo algo cuando me hablan de carreteras.
Lo del síndrome del impostor yo lo siento pero con la vida. En cualquier reunión, en cualquier conversación más o menos seria, siempre tengo la sensación de haber conseguido engañarlos otra vez, haciéndoles creer que soy uno más de ellos. Pero la realidad es que casi siempre estoy pensando alguna cosa absurda cuando los otros hablan y tengo miedo de que algún día alguien me quite la máscara y descubra que todo era un disfraz.
He puesto toda la carne en el asador en hablar más o menos bien delante de un micro, escribir dignamente y tengo el super poder de saber escuchar. Pero lo aposté todo al rojo. En el resto debería repetir curso, pero no se puede. Y aquí estoy, rodeado de gente licenciada, intentando sacarme sexto de primaria de vivir.
Enric te cuento un secreto???? Todos somos así. Sabemos de algunos ítems y hacemos que sabemos en todos los demás. Improvisando y aprendiendo a base de golpes, o aceptando que jamás tendremos ni la menor idea. Porque preferimos centrarnos en nuestro súper poder, y descubrirlo es ya todo un éxito. En cuanto a los hijos… no vienen con un manual es cierto. Pero el instinto es tu súper poder para guiarte los primeros años. Y lo bonito es luego aprender juntos. Gracias por poner en palabras lo que todos sentimos y reconocemos en silencio. Un abrazo.
Despertarme y leerte, siempre es un placer y en el momento que estoy ahora más. Reconforta. Enric sabes que? Nadie sabe nada, eso me lo dijo hace poco un amigo y pensé, que razón tiene, vamos aprendiendo según nos van pasando las cosas o las vamos necesitando en el camino. Tengo 46 años, se acaba de morir mi madre y me siento como si tuviera 3 años , y con rabia porque nadie nos prepara, ni nos enseña, a lidiar con este dolor y te hace sentirte más vulnerable que nunca, pero sabes que? Los que me enseñan y me levantan son mis hijos, los tuve muy joven, ya son grandes y pienso a estos les he enseñado yo todo esto? Pues por lo visto, muchas cosas si, y yo tampoco sabía como hacerlo, pero vas aprendiendo y lo haces sin pensar, con amor y lo mejor que sabes. Me ha emocionado, como siempre , tu forma de abrirte y mostrar. Muchas gracias por reconfortar. Buen domingo ❤️