Esta es mi abuela.
Aunque yo no la conocí así. Yo la conocí cuando sus arrugas ya dibujaban su piel rugosa. Cuando sus ojos no brillaban tanto. Cuando sus labios ya no eran rojos, ni sus pómulos rosados. Cuando sus frágiles manos temblaban. Yo la conocí cuando ni ella misma recordaba esa sonrisa de ilusión.
Porque yo conocí a mi abuela, pero antes que abuela y madre fue esta chica tímida que una tarde decidió hacerse un retrato. Me gusta mucho imaginar cómo fue ese día.
Seguramente por la mañana fue a hacer algunos recados acompañada de su madre que la regañó porque la noche anterior había llegado un poco más tarde de la hora acordada. Nada importante, perdió el tranvía porque se entretuvo entre risas con sus amigas saliendo de una verbena. Una vez terminados los recados, pasaron un momento por la iglesia y ya se fueron a casa. Era junio y ya comenzaba a hacer calor. Mientras ayudaba a preparar la comida, de fondo sonaba su canción preferida en la radio. A las cinco salió decidida pero nerviosa porque había quedado con el fotógrafo del barrio, el señor Ramón. Tenía que hacerse un retrato pero le daba un poco de vergüenza.
Encarna, ponte la mano así, en la barbilla. —Dijo Ramón—
Y sonríe, que estás muy guapa.
Poco se imaginaba Ramón, en ese momento, que 80 años después habría alguien escribiendo sobre esta foto. Poco se imaginaba ella que ese alguien sería su nieto. De hecho, cuando se la hizo, ni siquiera conocía a mi abuelo. Ni siquiera era una posibilidad que este texto algún día existiera.
Nuestras cosas cotidianas, con suerte, acabarán siendo un bonito recuerdo que alguien encontrará en una caja de aquí unos años e intentará completar imaginando cómo fue nuestra vida, en qué soñábamos, qué nos apasionaba o cuál era nuestro mayor miedo.
La miro y casi no la reconozco. Porque acabamos siendo personas distintas. Acabaremos siendo una mezcla entre el paso de los años y los sueños que no se han cumplido. Y no sé cuáles pesan más.
Conocí a mis dos abuelas a las cuales quise mucho pero mi abuela materna no era una abuela cualquiera. Fue una mujer que ahora tendría la edad de 100 años +-y que en su día estudió enfermería, fue matrona y trabajó hasta su jubilación.
No tuvo una vida fácil, pero nunca la oí quejarse.
Cuidó de su única hija sola porque su marido murió joven. Era una una mujer tremendamente religiosa,moderna y muy respetuosa
Cuidó de su hija y de sus nietos hasta que un tumor en la cabeza se la llevó demasiado pronto.
Se llamaba Paz y nunca he conocido a nadie cuyo nombre defina tanto a una persona. Era maravillosa!!!!!
Se me han puesto los pelos de punta. Me traslade a ese momento y me quedé con ganas de seguir leyendo...