En 1774, el escritor, poeta y dramaturgo Wolfgang Goethe publicó Las penas del joven Werther, una novela epistolar que dio la vuelta al mundo, en la que explica el viaje del joven Werther a la localidad de Wahlheim donde, en un baile, conocerá y se enamorará profundamente de una chica llamada Charlotte. Ante la imposibilidad de estar con ella, ya que está casada con otro hombre, Werther acaba suicidándose.
La historia caló tan fuerte en la sociedad de la época, que los jóvenes comenzaron a imitar, no solo la forma de vestir del protagonista, sino también su actitud extremadamente melancólica, que acabó desatando una ola de suicidios que llevó, incluso, a la prohibición del libro en algunas ciudades. Aunque dos siglos antes, Shakespeare ya había escrito Romeo y Julieta, se dice que fue el texto de Goethe el que sentó las bases del amor romántico tal y como lo conocemos hoy.
Os lo explico porque esta historia me hizo reflexionar sobre el origen de las cosas. Nuestras emociones, nuestra forma de pensar y de entender la vida es tan solo una herencia. Nuestras creencias y nuestra manera “única” de ver el mundo está condicionada por cómo vivieron y sintieron nuestros antepasados. Y los libros, las películas y las series de televisión actuales todavía siguen influenciadas por obras como la del joven Werther enamorado.
Por eso la cultura nos ayuda a entender y a entendernos. Porque es insoportable la soledad de quien cree que su desesperación es única. Sin embargo, tranquiliza saber que nuestras emociones no son tan originales y que la perspectiva que tenemos sobre el amor, el sexo, las relaciones, la pasión o los celos, simplemente son la consecuencia de unas ideas que calaron en la sociedad algunos siglos atrás. Es algo muy parecido a una religión, solo es cuestión de creencias y tradición.
Todo esto me recordó a la anécdota que la señora Rius, una madame de Barcelona, me contó en una entrevista que le hice hace unos años, en la que quedó claro que todo lo que nos parece normal es simplemente un reflejo de la época en la que vivimos. Decía que en los años 30, las mujeres de clase alta que iban a ver ópera al Liceo de Barcelona, tenían por costumbre buscar desde los palcos a las amantes de sus maridos, sentadas en el patio de butacas, para afirmar orgullosas: “la nuestra es la más guapa”.
Querido Enric
Me encanta leerte todos los sábados y escuchar tu podcast, siempre aprendo algo. Me atrevo a comentarte que en castellano, el verbo explicar no se usa como en catalán, no tiene el mismo significado. En gramática, a este tipo de palabras que son iguales en dos idiomas pero significan cosas diferentes, se les llama falsos amigos.
En castellano, en vez de explicar, usamos contar, relatar, narrar.
Una historia, un viaje, una aventura, un chiste etc..., se cuentan. Solo se explican si no se ha entendido bien algo.
Un abrazo y muchas gracias por tu contenido.
Uff creo que es una reflexión que da para mucho… hasta qué punto estás “herencias” culturales e ideológicas nos limitan y hasta qué punto el conocerlas y reconocerlas nos permite también cambiarlas…
Me cuesta hasta un poco de trabajo explicarlo y ordenar mis ideas. Pero gracias, me diste tarea para pensar ☺️