Dice Rosalía en “Beso”, su última canción junto a Rauw Alejandro:
Lo mejor que tengo
Es el amor que me das
Huele a tabaco y melón
Y a domingo en la ciudad
Cuando escuché esta estrofa conecté al momento con la frase final. Huele a domingo en la ciudad. Sé a qué olor se refiere. Los domingos huelen diferente. Los domingos tiene una energía distinta.
En Barcelona están todas las tiendas cerradas. No es algo que me guste mucho, pero lo cierto es que crea un ambiente completamente diferente al resto de días. Es como si la ciudad descansara. Los paseos no se parecen a los que haces entre semana. Podrías reconocer un domingo al momento si no supieras qué día es.
A eso de las seis de la tarde hay coches que vuelven de las comidas familiares o de las segundas residencias, los cines se llenan y los bares y restaurantes, que sí están abiertos, son un plan casi sin competencia. En algunos barrios, las pequeñas churrerías móviles anuncian, con un aceitoso humo, que tienes la oportunidad de hacer el último plan del fin de semana.
La luz se va apagando, atardece más lento, más denso y sin prisa. A eso huele el domingo en la ciudad. A etapa que termina, a despedida. Huele a resaca, a bostezo y a besos en una esquina. Huele a llamada larga, a libro por terminar, a documental pendiente, a ducha por la noche. El domingo huele a recordar una canción antigua con una sonrisa en los labios, a comida que se alarga con amigos en una azotea. A siesta, a sol radiante de día y que de noche refresque.
Los domingos huelen a final. A uno de esos finales que sabes que solo dura hasta el día siguiente. Porque después todo vuelve a empezar.
A eso huelen los domingos en la ciudad.
Super bien descrito, pero... ¿te gustan los domingos? A mi no mucho, he de decir ^^ Un día divagando sobre el tema escribí esto (tienes la audiencia que te mereces: tú divagas, nosotros también!)
No, no soy de la tribu de los domingos.
Esa energía a medias entre la inercia del fin de semana y la transición a la dinámica de trabajo no es lo mío. Y no, no empiezo la semana apretando dientes, me llena trabajar, pero, querido domingo, llamemos a las cosas por su nombre: lo nuestro no es un match.
Será porque no disfruto en exceso de los grises y aprieto el boli hasta que ese color que no se atreve a dar la cara saca su verdadero ser o se rompe el papel.
Así soy yo la mayor parte del tiempo, muy de lunes a sábado, poco de domingos.
Ay, Enric, he conectado de inmediato con mi adolescencia. Qué difíciles eran los domingos cuando en Madrid no abría todo y la vida estaba para vivirla, no para consumirla