Escribo esta newsletter desde el aire, camino a Nueva York. He volado por primera vez en clase business. He tenido suerte porque han cambiado el avión en el último momento y mi asiento, que solo tenía que ser un poco más ancho de lo normal, se ha convertido en una cama con mesa, TV y todo tipo de comodidades. Laura compró el billete más tarde y va en un asiento normal, veinte filas atrás. No lo disfruto igual sin poder compartirlo con ella. Y cada vez tengo menos dudas, la vida es más bonita compartida.
Creo que no hay nada mejor que ver atardecer desde un avión. Las nubes, que desde aquí arriba parecen montañas nevadas, se tiñen del color naranja de un sol ya cansado que va dibujando siluetas que parecen esbozadas con un pincel. Hasta que, de repente, aparece la noche. Y esa calma única.
Avanzamos robándole tiempo al día. Arañando unas pocas horas que hoy volveremos a vivir. Es extraña la sensación de saber que el teléfono no sonará en un buen rato. El mundo se pone en pausa mientras tú te mueves a cuatrocientos kilómetros por hora. Estoy viendo Friends y me ha invadido una sensación de felicidad inexplicable. Seguramente esta fue la serie que sembró la semilla que hizo que hoy esté volando hacia Manhattan.
En la cola de embarque he conocido a un señor de Puerto Rico que estaba muy enfadado porque creía que no saldríamos puntuales. Hemos hablado un rato y me ha dicho que él siempre viaja en business. Me ha explicado que los aviones suelen volar a unos treinta mil pies, pero que cuando quieren recortar tiempo suben a cuarenta mil. “Cuanto más alto vuelas, más liviano es el viento”, me dice. Y pienso que tiene un buen paralelismo con la vida. Cuanto más alto estás, el viento sopla más a favor. Cuánto mejor te van las cosas, más fácil es todo.
Desde la ventana del avión veo, a lo lejos, como descarga con fuerza una tormenta. Los que ahora están bajo esa nube lo estarán viendo todo oscuro, pero con la suficiente perspectiva te das cuenta de que solo es cuestión de tiempo y que en un rato pasará. La realidad es que el cielo no ha dejado de brillar ni un momento, aunque una nube lo tape. Casi todo es cuestión de perspectiva.
Feliz vuelo, Enric.
Disfruta mucho.
Maravillosa reflexión. Elevarnos a vista de dron y ver todo en perspectiva. Envidida de tu otoño en NYC. Feliz de que Laura siga acompañándote.