Todavía te busco en los ríos.

Esta tarde he quedado con mi amiga Sara, que es la definición de la palabra bondad. Sara es una enamorada de los perros en general y de los suyos en particular. La gente a la que le gustan los perros me genera confianza inmediata. A Sara le encantan. Ahora tiene dos labradores y antes tuvo a otras dos de la misma raza: Nala y Zuri.

Sé que Nala se fue hace unos años y, como hacía tiempo que no nos veíamos, le pregunto por Zuri. Con lágrimas en los ojos me cuenta que a Zuri un cáncer también se la llevó hace unos meses, con solo ocho años. Rompe a llorar como llora Sara, con esos ojos grandes inundados del dolor de la pérdida. Y nos emociona a todos con la historia.

Nos cuenta que Zuri, que era muy acuática y le encantaba bañarse en los ríos, convivió con Otto, uno de los labradores que tiene ahora. Ellos dos eran muy amigos y siempre que salían de excursión jugaban juntos en cualquier sitio que les permitiera correr, saltar y mojarse. Y dice Sara, con los labios temblorosos, que Otto todavía la busca en los ríos. A cada ruido corre atento por si encuentra a su amiga que, como los ríos que tanto disfrutaron, siguió su camino. Seguramente se volverán a encontrar en el mar.

La historia me recuerda a un texto que leí una vez, en el que apuntaba cuánto tendríamos que aprender de los perros. Descansar todo lo que puedas, vivir cada momento sin pensar en nada más, disfrutar de un buen paseo, saltar de alegría cuando llegan a casa las personas a las que quieres, defender a los tuyos, tener mucha paciencia y dejar un recuerdo bonito a todo el que se cruza contigo.