Voy en el tren. Vuelvo a casa desde Madrid, que ya es imposible no sentirla como hogar también. La cobertura falla bastante y para no desesperar viendo cómo las aplicaciones no actualizan, decido darme una vuelta por la galería de fotos. Hago scroll hacia arriba y me doy cuenta de que hay, como mínimo, cinco tomas falsas por cada foto que tengo. En la era digital hay muchas fotos casi iguales. Son las que hacemos por si acaso.
Porque ahora las fotos no solo se hacen, ahora las fotos se publican. Todos tenemos una pequeña revista de nuestra vida, llamada redes sociales, que compartimos a diario con todo aquel que quiera verla. Y eso significa que las fotos ya no pueden ser espontáneas porque tienen que ser perfectas.
Miro con pena a todas aquellas que no han tenido la fortuna de ser las elegidas y que suelen acumularse en la galería hasta que, finalmente, son abandonadas a su suerte, enterradas por las nuevas candidatas. Y allí quedan, como simples réplicas fallidas de la foto que acabó recibiendo todos los likes. Las que corren peor suerte, son eliminadas sin ni siquiera dejar pruebas de que un día existieron y tuvieron, aunque fuera por un segundo, la posibilidad de perder el anonimato de la galería para formar parte de la élite publicada.
Y pensaba en todas esas otras cosas que no borramos. Porque no son solo fotos. También lo hacemos con algunos mails que sabemos que nunca volveremos a leer, o teléfonos de la agenda a los que no llamaremos más, o mensajes que no queremos volver a leer y también con algunos recuerdos que nunca visitaremos de nuevo. Pero ahí quedan, en el limbo de las cosas no borradas, enterrados por la novedad del día a día. Ahí están, perdidos en algún lugar de la memoria, por si acaso.
Gracias, Enric. Esos mails y todos esos recuerdos que quizás no volvamos a tocar son una pequeña prueba de que pasamos por aquí.
Anoche vi una película con mis hijas: About time. Una película fácil de entender pero con un final que me hizo pensar en qué momentos elegiríamos revivir. Y va mucho más allá de esos instantes que ahora compartimos en redes.
Tantos por si acaso que cuando haces limpieza te das cuenta que se quedan espacios vacíos. Que realmente no aportaban porque eran solo "el banquillo" de todo lo que necesitamos. Lastima que cuando se eliminan el vacío queda igual. Y ahí es donde damos valor no al pornsi acaso en sí, sino que nos damos cuenta que al final ni el banquillo nos sirvió para darnos aquello que anhelábamos. Como siempre otro domingo más con letras que mueven, suman y llenan.