La última vez que le dije a alguien: “ojalá esto sea para siempre” se fue corriendo. Y con el tiempo te das cuenta de que si alguien no entiende un “para siempre” es mejor que se vaya. Yo he dicho varios “para siempre” en mi vida. Algunos muy convencido, varios sabiendo que no sería y otros, claramente, precipitados.
Decimos poco “para siempre”. Y con los años entiendes que vivir no va de que se cumpla todo lo que dices, sino de decir lo que sientes en cada momento. Y si sientes que algo va a ser para siempre, hay que decirlo. Luego ya vendrá la vida a desmentirte con su realidad aguafiestas y esos “siempre” se convertirán en reproches que acabarán cayendo en el olvido de los “nunca”. Pero permitámonos el lujo de decirlo. Con lo bien que sientan, con lo bonitos que son.
Decir “para siempre” es la única forma de vivir el presente. Decirlo desde el hoy, aunque solo dure hasta mañana. “Para siempre” no es una cuestión de tiempo, es una declaración de intenciones. “Para siempre” es no ver otra salida. “Para siempre” es avisar de que tú vas con todo y que pase lo que tenga que pasar. “Para siempre” es salir a jugar a riesgo de perder(te).
Un “para siempre” puede significar hasta que acabe el verano. O hasta que termine la noche. Quién sabe dónde está el final. Nadie sabe cuánto es siempre, pero solo la palabra ya asusta. No estamos acostumbrados a decirnos las cosas. Se nos ha olvidado arriesgar, andar por el precipicio, mirar a los ojos, saltar al vacío. Yo creo que nunca deberíamos dejar de decir siempre.
Ojalá tus newsletter para siempre Enric! Gracias una semana más! Un abrazo enorme y feliz día.
Habrá que asomarse al precipicio. Cuanto más mayores, más racionales nos hacemos, más coherentes, más precisos con las palabras, más contenidos. Siempre da pavor. Suena a promesa, a compromiso.
Al carajo la coherencia. Habrá que decirlo más. Gracias, Enric.