El otro día estuve viendo un partido de la NBA. Jugaban los New York Knicks contra los Chicago Bulls. Os confieso que no tengo ni idea de baloncesto, pero la experiencia de ir al Madison Square Garden a ver un partido es algo único. Porque el deporte es solo la excusa para montar un show espectacular. Da igual quién y a qué jueguen.
Cada segundo que los jugadores no están en la pista, es aprovechado para entretener al público con todo tipo de juegos, animaciones, regalos, concursos o simplemente luces y ruido. La cuestión es que no puedas ni llegar a plantearte si te estás aburriendo, porque es literalmente imposible.
Mis vecinos de asiento hacían equilibrismo para comer hot dogs, pizza y nachos con una mano, mientras con la otra aguantaban un vaso lleno de cerveza. Gritaban, se indignaban, animaban al equipo y comentaban la jugada con quien tenían al lado. Pasaban del amor al odio a cada fallo o acierto de los jugadores, se reían con la kiss cam, bailaban con las cheerleaders e intentaban coger las camisetas que tiraban desde la pista como si les fuera la vida en ello. Un espectáculo necesita también a un buen público, y en Nueva York tienen al mejor. Es como si hubiera un trato implícito: yo te entretengo y tú lo disfrutas al máximo. Las dos partes salen ganando.
Y en medio de todo aquel barullo, mi nostalgia infinita vino a verme, una vez más, para preguntarme si imaginaba cómo hubiera sido presenciar un espectáculo así a mediados de los 90, con un Michael Jordan en plena forma, anotando puntos imposibles. Haber formado parte de la historia del mejor jugador de todos los tiempos desde allí, en primera persona. Ser el público de momentos inolvidables. Ver fotos icónicas y saber que tú estabas sentado en la grada, comiendo nachos rebosantes de queso y compartiendo euforia con el desconocido de al lado, al que no has vuelto a ver, pero con el que compartiste uno de los recuerdos más increíbles de tu vida.
Un partido con Michael Jordan en la cancha y un concierto de Michael Jackson son esas cosas que siempre desearé haber presenciado en persona.
Aunque te entiendo perfectamente y comparto tu reflexión, la mirada tiene 360 grados en la pista puedes sentir nostalgia pero seguro que fuiste con Laura o con algún amigo más que hará que a parte de nostalgia tengas el recuerdo de una gran experiencia compartida quédate con eso 😃, me encantó tu reflexión !