He ido a Madrid a pasar unos días. La excusa es celebrar mi cumpleaños con los amigos de aquí, pero la realidad es que me gusta simplemente venir de vez en cuando, aunque no haya motivo. Lo he intentado varias veces y no me encaja para vivir, pero Madrid tiene algo que engancha. Quizá sean los recuerdos. Hay ciudades que no son para instalarse pero en las que te sientes bien. Para mí, Madrid es una de esas ciudades.
Aquí ya hace frío. Es sorprendente que dos horas y media de tren me trasladen del verano al invierno. Llegué con camiseta de manga corta y en la misma estación tuve que abrigarme con un jersey que se empapó con la lluvia que me dio la bienvenida. Aun así tuve suerte porque después de mi tren suspendieron todas las líneas de Ave entre Barcelona y Madrid. Me escribió una amiga que se quedó atrapada diez horas en medio de la nada. ¡Qué aburrimiento!
Me he quedado varios días, me apetecía cambiar de aires. Me encanta dormir en hoteles pero están imposibles y he aceptado la invitación de una amiga que se iba unos días fuera y me ha dejado su casa. Es curiosa la sensación de estar en el espacio que normalmente ocupa otra persona. Con sus cosas, su orden y su energía. Pero estoy a gusto. Es pequeña y muy acogedora. Las casas se parecen a las personas que las habitan.
Entre tanto evento de celebración también encuentro espacios para estar solo. Antes los evitaba, ahora los necesito. Es sábado y he bajado a comer a un restaurante que me gusta. En la mesa de al lado hay una chica hablando con una amiga. Ha conocido a un chico. Dice que no está muy convencida, pero su cara de ilusión la delata. Sonríe como se sonríe cuando estás enamorado. Como cuando sabes que sí pero te da miedo ilusionarte. Como cuando crees que puedes enmascarar con palabras lo que de verdad sientes. Habla de él y de lo bien que la trata, de lo especial que la hace sentir. Deberíamos poder oír como hablan de nosotros, para lo bueno y para lo malo. O decirnos las cosas a la cara. Nos falta valentía.
No puedo evitar pensar en lo importantes que son las relaciones en nuestra vida. Siempre en el centro, queramos o no. Siempre abriéndose paso entre las demás cosas del día a día. Las relaciones nos enseñan a ver el mundo. Son una especie de brújula emocional que nos guía pero también nos condiciona. Todos hemos tenido buenas y malas, pero las malas escuecen durante demasiado tiempo. Justamente de relaciones hablamos en el “No tiene nombre” de esta semana. Me doy un paseo escuchándolo. Lo vamos a borrar en 48h porque queríamos hacer un experimento, pero sospecho que también porque hablar de rupturas nos expone demasiado y nos hace sentir vulnerables. Leo una frase pintada en una pared: “Elegir irse es elegirse”. La apunto en las notas del móvil. Ya ha valido la pena venir a Madrid.
Si quieres leer algunos textos inéditos que no están en la newsletter, puedes hacerlo en mi nuevo libro: Setenta cartas para dos inviernos. Un recopilatorio con las newsletters que he escrito en los últimos dos años que incluye, además, algunas cartas inéditas. Puedes comprarlo en mi web: enricsanchez.com.
¡Muchas gracias!
Cuando te leo... te leo con tu voz (en mi cabeza). Es como si hubiera fusionado tu podcast con tu newsletter mentalmente. ¡No sé decirte cuál me gusta más, y mira que son conceptos distintos!
Llevo días escuchando conversaciones sobre relaciones en el tren. Y ahora leo esto... El amor es más importante de lo que ceemos. Aunque no salga en las encuestas del CIS. Y elegirse no deja de ser una forma de amor, propio. Un saludo.