Vuelven a ser las 7h de la mañana y aquí estoy. Con el ordenador delante, mi perro al lado y una página en blanco. Creo que me voy a tomar lo de escribir a estas horas como una rutina. La rutina de aprovechar los momentos de silencio. He puesto música jazz de fondo y una vela se está consumiendo delante de mí. ¿Por qué nos dará tanta paz observar cómo esa pequeña llama va fundiendo la cera lentamente? Quizá porque es de las pocas cosas que no responden a la inmediatez a la que nos hemos tenido que acostumbrar a la fuerza. Todo tiene que ser para ya. Nada reposa, no hay reflexión ni pausa. Las cosas suceden a una velocidad supersónica y caducan todavía más rápido.
Precisamente ayer pensaba sobre esto de las rutinas, que como tantas otras cosas en la vida, es algo que siempre he odiado y, en cambio, ahora me dan cierta paz. Como el orden. ¡Quién me lo iba a decir! Con lo que yo he disfrutado del caos. Cuanto más caótico, más divertido era. Como en la canción de Love of Lesbian: Así es un kamikaze mental. Si hay plan, mal plan. Y ahora, en cambio, qué tranquilidad mental me da tener el control de cómo van a pasar las cosas. Disfrutar del orden, del placer de agendar. No sé si es porque me estoy haciendo mayor, pero cada vez me gustan más las rutinas, que no es lo mismo que la rutina. La rutina es saber qué va a pasar y las rutinas es planificar cómo quieres que pase. Las rutinas son una elección propia de cómo hacer las cosas. Se pueden tener rutinas sin rutina. Y así es como me gusta vivir ahora.
Otra cosa en la que pensaba esta semana es en las creencias. Esas convicciones con las que vamos por la vida y que mostramos sin pudor como bandera de nuestro carácter. La mayoría no son nuestras. Simplemente nos las hemos creído y las hemos incorporado. Pero llevamos con ellas tanto tiempo que ya las acogemos como propias a las pobrecitas. Pero es gracioso, porque quizá vienen de nuestro padre y a nuestro padre se las inculcó nuestro abuelo, que a la vez se las creyó de nuestro bisabuelo. Y así hasta quién sabe cuándo en la línea temporal. Con lo que lo más probable es que estemos tomando decisiones con las creencias de un antepasado del siglo XVIII al que un día le dio por pensar algo.
Todo esto me vino a la cabeza viendo las fotos de una cuenta de Instagram que os recomiendo y que se llama: @barcelona_desapareguda (Barcelona desaparecida).
Estas fotos siempre me hacen relativizar los problemas. Es todo tan fugaz que no vale la pena preocuparse más de la cuenta. Esas personas eran como nosotros, con sus preocupaciones, sus proyectos, sus certezas y sus dudas, sus reflexiones, sus conclusiones… Y ya no están. Me produce una especie de ternura verlos con la perspectiva del tiempo. Nada era tan importante, pero ellos no lo sabían.
Y hablando de fotos. El otro día me compré una cámara de los años 70 en el rastro y he estado haciendo fotos para probar si salía algo. Y ha salido. Estas son algunas de las que logré hacer:
La casualidad quiso que esté preparando la edición especial de mi libro (Mentiras en honor a la verdad), que sacaré a la venta en unos días. Y al ver una de las fotos supe que esa sería la portada. Y con la ayuda de la gran Xiomara (@graficadispersa) hemos hecho esta preciosa portada para el libro.
La semana que viene os hablaré de la nueva edición especial y de cómo conseguirlo en preventa firmado, que a raíz del relato que os compartí muchos/as me habéis preguntado. Muchas gracias por el interés, de verdad. Salvando las distancias, hago mías las palabras que le escuché a Perez-Reverte en una entrevista: “Soy libre porque mis lectores me lo permiten”.
Nos leemos la semana que viene.
Otro sàbado más que te leo con ilusión, benditas rutinas Enric, yo creo que también es cosa de hacernos mayores, que toleramos peor el caos. Deseando que sea sábado de nuevo. Gracias por compartir este ratito con nosotros.
Me encanta la diferencia entre las rutinas, aquellas que nos permiten controlar lo que tenemos que hacer y la rutina que es él desazón de la vida…¡deseando leer el siguiente!