Comentaba el reportero de guerra Gervasio Sánchez que hay gente que en algunos conflictos organiza “fines de semana bélicos”. Empresarios, grandes ejecutivos o simplemente millonarios que organizan fines de semana en los que van a zonas de guerra solo por la pura adrenalina de vivirlo. La ficción muchas veces supera a la realidad y series como El Juego del Calamar ya no sorprenden tanto.
Escuchándolo pensaba que la adrenalina es algo que puede llegar a ser tremendamente adictivo. Probablemente una de las peores drogas que haya, aunque la fabrique nuestro propio cuerpo. Cuántas veces hemos oído a cantantes decir aquello de: “No hay nada que me haga sentir la misma sensación que cuando estoy encima del escenario”. Pasa también con muchos deportistas. En una entrevista para Vidas Contadas, el ex-tenista David Ferrer me confesaba que ni siquiera la experiencia de ser padre había podido superar lo que sentía cuando salía a jugar a una pista de tenis y disputaba los grandes torneos.
La adrenalina es un arma de doble filo. La buscamos incansablemente, pero cuanta más tenemos, más queremos. Y, como pasa con otras drogas, el problema viene cuando no la puedes tener, porque entonces la normalidad se convierte en un lugar tremendamente aburrido. Casi insoportable. Cuando sabes que hay un estado mejor, ya no te conformas con uno normal. Es mejor no haberla tenido nunca que tenerla y que te la quiten.
Por eso, aunque éticamente no lo justifico, entiendo a esos ejecutivos acostumbrados a manejar millones de euros y tomar decisiones importantes cada día, intentando ir un pasito más allá, hasta encontrarse con lo inmoral. Todo por la adrenalina. Y a menor escala nos pasa a todos. Los que hemos tenido la suerte o la desgracia de experimentar fuertes dosis de adrenalina caemos en el peligro de que el resto del tiempo nos parezca tremendamente aburrido.
Hola Enric, muy buena reflexión! Estoy muy de acuerdo, no somos conscientes de lo adictos q somos a la adrenalina. seguramente la adrenalina lleva a nuestra mente y cuerpo a aquellos momentos delante del oso a punto de disputarle una pieza que de salirnos bien iba a suponer comida para una semana y de salirnos mal, pues el fin… ese vivir al filo que, como humanos, hemos experimentado está ahí impreso en nuestros genes… también por eso nuestra afición a deportes de riesgo, desde escalada a ironmans… todo lo q sea por poner el cuerpo en ese estado…😀😀
De todas maneras, todo es ponerse, yo, después de muchos años de deportes de riesgo ahora soy íntima de mi sofá, jajaja….