El otro día hablaba con una amiga sobre los círculos en los que encajamos a la gente con la que nos relacionamos. Es decir, cuál es el grado de importancia que le damos a las personas que conocemos. Me explicaba que, según ella, hay diferentes grados y que van de más a menos.
El primero es el círculo íntimo, donde están aquellas personas que tienes en tu núcleo. Las más importantes de tu vida. Aquellos amigos o familiares que están al día de todo lo que te pasa y a las que acudirías si te ocurriera algo. Suele haber muy pocas.
El segundo es el círculo de queridos. Personas a la que aprecias o quieres, pero no llegan a estar en tu círculo íntimo. Te preocuparías si les pasara algo y las tienes en el radar diario. Pueden ser, incluso, familiares cercanos con los que no tienes tanta confianza. Aquí la cantidad ya es un poco mayor.
El tercer círculo es el de conocidos. Pueden encajar los compañeros de trabajo, tu primo del pueblo, los colegas del pádel o el conserje de la portería. Los conoces, pero están lejos de ser personas a las que les tengas una estima especial. Este es un círculo muy amplio donde suele haber mucha gente.
Y por último, está el círculo de desconocidos. El camarero de un restaurante, el vecino que te has cruzado alguna vez por la escalera o la mujer que se ha sentado a tu lado en el metro esta mañana. Personas que ni siquiera forman parte de los personajes secundarios de tu vida.
Y el problema, decía mi amiga, llega cuando conoces a alguien con quien intimas, porque a veces se cuela directamente en el círculo íntimo sin pasar por el resto de estadios. Y eso hace que inconscientemente esperes de esa persona que se comporte como los que están en ese círculo. Una persona desconocida en tu lugar más íntimo. ¿Qué puede salir mal? Pues casi todo.
Tiene que ver con la forma en la que nos relacionamos a cierta edad. Nos saltamos los estadios porque se da rápidamente una situación de intimidad y cometemos el error de entregar la llave del círculo íntimo. Y ahí llegan las decepciones. El truco está en entender que puedes, por ejemplo, acostarte con alguien y que esa persona siga perteneciendo al círculo de conocidos. Con el tiempo, podría pasar al de queridos y quién sabe si terminar en el círculo íntimo.
Porque la verdadera intimidad solo llega con la confianza. Y la confianza, por encima de todo, necesita tiempo.
A mí me pasa lo contrario, con los años he perdido la capacidad de darle tiempo a las personas de llegas hasta mi círculo íntimo o de amistad, emocionalmente ese espacio está bloqueado y las amistades nuevas no logran tener la fuerza que tenían en en mi juventud o en los 30, para continuar avanzando en mi confianza.
En mi opinión creo es que porque se confunde amor con sexo y con la persona que intimas y no ha pasado por los otros estadíos, realmente no tienen porque pasar porque simplemente tienes algo físico y no cariño como con los de tú núcleo duro. Puedes llegar a tener cariño a esa persona??? Por supuesto pero como dices en el texto.....con mucho tiempo