Son las seis de la mañana. He dormido pocas horas porque ayer me acosté muy tarde después de la presentación de mi nuevo libro Setenta cartas para dos inviernos en Barcelona. Jugar en casa es muy bonito. Es emocionante ver a familia, amigos, oyentes y lectores juntos en una sala escuchando a la vez de dónde ha nacido este nuevo libro.
Tengo una resaca emocional brutal del cariño recibido ayer. Estuve firmando libros un buen rato y me siguen sorprendiendo las ganas y la ilusión con las que se acerca la gente. Me encanta escuchar las historias de complicidad que tiene cada uno con cada carta del libro. Ayer lo dije en la presentación, uno llega a las personas desde donde escribe. Si escribes desde la cabeza, llegas a la cabeza de la gente y si escribes desde el corazón, llegas al corazón. Y eso se nota cuando nos encontramos.
El otro día, un amigo me decía que cuento muy pocas cosas en persona para lo mucho que cuento después en los podcast o la newsletter. Y tiene toda la razón. Creo que mi forma de abrirme es no hablarle a nadie en concreto. Pero después ese nadie se convierte en las personas que te leen y te escuchan, a las que llevo años contándoles mis cosas sin saberlo. La sensación es extraña y abrumadora porque me llega todo el cariño a la vez, como un tsunami que cuesta que no te inunde.
Con todo esto solo quiero decir que… gracias. Por estar ahí detrás leyendo las cosas que necesito contar(os), por escuchar los podcast y por venir a presentaciones como las de esta semana en Madrid y Barcelona a darme tanto cariño en forma de vuestras historias personales. Creo que nunca me acostumbraré.
Gracias a ti por compartirte y reflexionar tan bonito sobre el tiempo, la vida y la muerte, que en realidad son para mí lo mismo💜
Gracias a ti siempre, por hacernos sentir, reír, llorar, reflexionar...por poner tanto ♥️ en todo lo que haces y por ser cómo eres!!!