El dinero.
Hablemos de dinero. Menudo temazo. Dices dinero y la gente se pone en guardia. El dinero, que es un simple instrumento de intercambio, ha terminado siendo algo que vivimos desde la más absoluta intimidad. Hay familias o parejas que ni siquiera saben lo que gana el otro. El dinero, en nuestra sociedad actual, es mucho más que unos papeles a los que se les asigna un valor. Porque el dinero lleva implícito algo mucho más valioso para nosotros. Detrás del dinero está el poder.
Como dijo una vez Mario Conde, el poder es eliminar la pregunta “¿puedo?” de tu vida. El poder es saber que puedes. Sea lo que sea, puedes hacerlo. Eso es lo que hay detrás del dinero y lo que a la ambición humana le vuelve loco. La ecuación es fácil y nos la enseñan desde pequeños sin darnos cuenta: a más dinero, más poder. Y a más poder, más dinero. Un círculo vicioso que nunca acaba.
El problema viene cuando no consigues ese dinero. Porque ya sabemos qué le suele pasar al humano con la frustración de no conseguir algo, y es que a menudo odia al que sí lo ha conseguido. Y entonces acabamos sesgando a las personas por clase social. Y como somos bastante dados a la simplificación, lo resumimos en: ricos y pobres. Una vez hemos hecho esta clasificación simple, le asignamos un juicio a cada uno. Rico malo, pobre bueno. Es algo casi inconsciente, pero asignamos los buenos valores, como la humildad, a la pobreza. Intuimos que ser rico debe ser más fácil y más cómodo. Y sobre todo, damos por hecho que el rico siempre habrá hecho algo inmoral para llegar a serlo.
La gran paradoja es que, si realmente odiáramos tanto la riqueza y la persona en la que uno se convierte cuando tiene dinero, estaríamos huyendo de ella, no persiguiéndola constantemente. En cambio, cada vez que abro Youtube o Instagram me encuentro con publicidad de gente que me dice cómo hacerme millonario y dejar de trabajar forrado de billetes. Las ciudades están llenas de casas de apuestas, las sucursales de loterías son el negocio del siglo y tienen colas interminables en Navidad. El día del Gordo se para el país para ver y escuchar cómo algunos se hacen ricos y los afortunados lo celebran y se vuelven locos de alegría brindando con cava. Pero… ¿no habíamos quedado en que ser rico era malo?
Todos queremos más dinero. Asumamos eso. Porque el dinero nos da posibilidades. El dinero es capacidad de elección. ¿Quién no quiere vivir en una casa mejor? ¿Quién no quiere tener la posibilidad de hacer las cosas que le gustan? ¿Quién no quiere poder ayudar a su familia?
El dinero no es ni malo ni bueno. El dinero potencia lo que uno ya es. Un imbécil con dinero será un imbécil con mucha más capacidad para ser todavía más imbécil. El dinero no puede cambiar tus valores. Tus valores los cambias tú, pero quizá no eras tan humilde porque realmente querías, sino porque no tenías otro remedio. Y asignamos ese cambio de valores al dinero porque es mucho más fácil que preguntarse si en realidad siempre has sido un gilipollas pero no tenías forma de demostrarlo.
Es una evidencia que hay buena gente rica y buena gente pobre. Y también hay mala gente rica y mala gente pobre. Hacer bandos es peligroso. Sobre todo porque puede servir para dignificar la pobreza y acabar creyéndonos la historia de que si somos pobres somos más buenos. Quizá deberíamos preguntarnos a quién le interesa que pensemos así y por qué nos educan con esa creencia.
Me gustaría terminar hoy recomendando un vídeo muy interesante que vi esta semana con una reflexión de Diego Ruzzarín que habla, en parte, de esto.
Nos leemos la semana que viene.