Hace justo trescientos sesenta y cinco días salí de una relación de seis años. Y antes tuve otra todavía más larga. Eso significa que hacía catorce años que no estaba soltero. Y la última vez que lo estuve fue con veintiséis. Os cuento todo esto porque me he dado cuenta de que ahora estoy en un mercado que ha cambiado bastante, en el que hay cosas que no entiendo.
Antes la cosa iba de la siguiente manera: A ti te interesaba alguien, si a esa persona no le interesabas tú o viceversa, ahí se acababa la historia. Pero si el caso era que los dos teníais interés, entonces lo mostrabas. Eso hacía que pudieras conocer a la persona y decidir si te gustaba o no. Si os gustabais, seguías adelante y si no, pues cada uno por su lado y tan amigos.
Pero ahora no es así. Ahora la gracia es mostrar desinterés. O sea, si te interesa alguien tienes que hacer como que no. Y se ve que el que más desinterés muestra, gana. No sé exactamente el qué, pero supongo que algo ganarán porque todo el mundo juega con ese código. Eso hace que nunca puedas conocer a la otra persona y todo se quede como a medias. Es como si nadie estuviera completamente disponible. Como estar ahí pero sin que se note.
El otro día presencié una conversación entre varios amigos y amigas en la que todos contaban con orgullo lo desinteresados que se mostraban con las personas a las que estaban conociendo. Y lo relataban con cierta ilusión, como si aquello les estuviera llevando a algún lugar. Yo escuchaba perplejo las diferentes técnicas de pseudo-pasotismo que describían, sin decir nada, para que no pareciera que estaba fuera de juego, pero no podía dejar de preguntarme si no sería más fácil ir de cara.
Así son los nuevos tiempos, supongo. Hablando con un psicólogo que entrevisté para el podcast Vidas Contadas, me decía que todo esto es la consecuencia de que el capitalismo haya entrado también en la vida personal. Ahora nos tratamos como productos que se consumen y que, por supuesto, caducan. Y supongo que el desinterés forma parte de la misma lógica. La oferta y la demanda. El último estadio del mercadeo de las emociones en el que vivimos. Mal negocio.
Cuanto miedo disfrazado de desinterés . Miedo al compromiso, a sentir, a la vulnerabilidad, a dejarse conocer. Marcas personales creadas como productos desasociados de la esencia y el sentir. Pero no está todo perdido! Hay quien sigue viviendo en el disfrute, la entrega y la conexión (in & out) no pierdas la esperanza!
Es curioso, en las negociaciones empresariales se juega así. Dicen que si muestras desinterés puedes apretar más la tuerca y ganar más. A mí nunca me ha gustado apretar tuercas. A veces ni las encuentro, ni las tengo. Me da pena que en las relaciones personales haya mercadeo. Yo la llevaría cruda en ese juego del desinterés, si la otra persona me importa se me notaría hasta en la forma de respirar.