Casi siempre escucho las entrevistas de Vidas Contadas porque me gusta vivirlas mientras las hago y escucharlas después como un oyente más. Es curioso porque a veces yo mismo me sorprendo de algunas cosas que hemos hablado, como si no hubiera estado allí. O me viene otra reflexión a partir de algún fragmento de conversación. Creo que en gran medida también somos nuestros estados de ánimo. Y probablemente no sea la misma persona quien hace la entrevista que quien la escucha.
Estaba repasando ahora la conversación con Ramiro Calle y creo que he entendido el concepto filosófico de cielo e infierno. O al menos, así es como quiero pensar que es. Ramiro explica que, según en budismo, hay un estado intermedio justo antes de morir llamado Bardo, donde afloran todos los miedos, traumas y anhelos del inconsciente. Y eso me hace pensar que dependerá de cómo vivamos la vida lo que pase en ese estado intermedio. No es magia, no es un cielo con arpas y un infierno con fuego. Somos nosotros mismos haciendo repaso de nuestra vida y de lo que hemos ido acumulando en el inconsciente.
Y eso puede convertirse en un cielo o en un infierno. Dependerá de lo que hayamos sembrado. De los miedos y frustraciones que hayamos guardado o del bien que hayamos hecho y la felicidad que hayamos sentido. Pero no para rendirle cuentas a nadie como suelen contar las religiones. Sino para explicarnos a nosotros mismos quién hemos sido y cómo hemos vivido. Yo entiendo ese estado intermedio justo después de morir como un espejo que nos enseña todo lo que no hemos querido ver. Como si la verdad saliera a la luz y nos tuviéramos que enfrentar a ella. La parte buena es que tenemos toda una vida para hacer que nos guste lo que vemos cuando en ese momento nos miremos de frente a la cara.
No he escuchado la entrevista, Enric, y comprendo que hay muchas opiniones, que cada uno lo vive de una forma diferente y cree en una religión distinta. Yo creo que el cielo es tan real como la vida misma. Y trabajo todos los días, o trato de hacerlo, para poder ver a mi hijo algún día en ese lugar que Dios creó.
El infierno también existe, pero prefiero dejarlo de lado y no prestarle atención.
Un abrazo.
Que reflexión! Es de una profundidad brutal. Pero muy, muy cierta. La metáfora del cielo y el infierno, debe ser totalmente el punto vital en el que nos encotramos en ese momento. Y el reflejo del trabajo bien o mal hecho. Enhorabuena!