Ayer por la tarde salí de casa sin rumbo, armado con mis airpods a tope de batería. Me gusta andar sin saber a dónde voy. En cada esquina una decisión. ¿Derecha o izquierda? Derecha. ¿Esta calle o la otra? Esta. ¿Sigo o doy la vuelta? Sigo.
Y así, andando por Barcelona aislado del ruido por la música que suena en mis oídos, en el aleatorio apareció una canción que no conocía. Es en catalán. Y es preciosa.
Se titula: No vull que t’agradi aquesta cançó.
No… no quiero que te guste esta canción
Escoge cualquier otra
Que esta la necesito
Es lo único que me queda
De lo que pasó
No… no quiero que te guste esta canción
No tienes derecho a cantarla
No sabes de qué habla
Es mía y me trae recuerdos.
Las canciones, a veces, son refugios donde escondernos. Y algunas tienen que ser solo nuestras. No se pueden compartir con nadie porque puede que el día que las necesites te des cuenta de que ya no son solo tuyas. De que esa canción ya forma parte de un recuerdo. Y entonces la pierdes para siempre.
Las canciones me transportan
Que bonito escribes!!! Y cuanta razón, las canciones te llevan a momentos inolvidables a esos recuerdos que no quieres que desaparezcan.