Estoy en Andorra. He venido a participar en una mesa redonda sobre el mundo del podcast. Me encanta este país, aunque no vendría a vivir porque creo que es un sitio escapada. Los sitios escapada son aquellos lugares que es mejor no gastar. Solo hay que ir de vez en cuando a respirar otro aire.
Andorra es uno de esos sitios para mí. Cuando llego, siento que desconecto al instante. Me gustan esos días de sol y frío tan típicos de aquí. De pequeño estuve veraneando en Andorra muchos años. No sé por qué mis padres escogieron este pequeño país para pasar parte del verano, pero recuerdo perfectamente cómo desde Andorra vi, por ejemplo, las olimpiadas de Barcelona del 92.
Era agosto, dormíamos en un hotel de montaña y yo me enamoré de la vecina de al lado. Creo que se llamaba Isabel, era francesa y tenía diez años, como yo. Coincidimos solo tres días, nos cruzamos algunas miradas en el buffet libre y una vez nos sonreímos en el ascensor. Recuerdo que una tarde, en la piscina, quise impresionarla tirándome de cabeza y me salió un planchazo tremendo. Nunca he sabido tirarme de cabeza a la piscina. Al resto de cosas, sí.
Tengo muchos recuerdos de ese hotel. Como cuando la mesa de billar se estropeó y cayeron cientos de monedas. Cuando mi hermano y yo llegamos a la habitación con el botín, mis padres nos hicieron ir a devolverlas todas. Ahí aprendí que lo correcto no siempre es lo que más apetece hacer. Tampoco he olvidado a David y Bryan, dos compañeros británicos de futbolín con los que no tengo ni idea de cómo nos entendíamos. Supongo que la diversión también es un idioma.
Estoy escribiendo esta carta desde la habitación del hotel. Acabo de llegar de cenar con otros invitados al evento de mañana y me lo he pasado genial. Deberíamos hacer esto más a menudo. Cenar con desconocidos. Personas a las que probablemente no te acercarías y con las que acabas compartiendo unas risas y varios proyectos. Esta es una de las cosas que quiero hacer este año. Juntar a invitados del podcast que sé que se gustarán, presentarlos y charlar compartiendo una cena. No puede salir nada malo de ahí. Y se me ha ocurrido que también podría invitar a personas que estén dentro de Off the record. Mañana os cuento.
Tu estuviste cenando en mi casa rodeado de desconocidos y no fue tan mal 😀
Deberías hacer una cena por acción de gracias e invitar a gente que no se conoce, como hago yo, la única regla es que sean todos gente que merece la pena!
Un beso!
Lo bonito de leerte es viajar automáticamente a nuestros veranos, a nuestros primeros besos, a las primeras monedas que quisimos que fueran nuestras pero tuvimos que devolver mientras aprendíamos a confiar en que la creatividad nos las devolvería por otro lado. Esa cena tiene pinta de ser oro... un regalazo para Off the record