En el colegio no era un gran estudiante. Encerrarme solo en una habitación a memorizar algo nunca ha sido mi fuerte. Pero los años te enseñan que siempre hay otra forma de hacer las cosas y que solo tienes que encontrarla. Un día entendí que a mí lo que no me gustaba era estudiar, pero que me encanta aprender. Y tuve que encontrar la manera.
Hay muchas formas de aprender que me gustan. Leyendo, viajando, viendo documentales, escribiendo… pero sin duda, mi forma de aprender preferida es conversando. Conversar es un arte. Y el arte es la mejor manera de inspirar que existe. Y cuando algo te inspira, nunca lo olvidas. Conversar de verdad es exponer tu punto de vista y estar dispuesto a cambiarlo. Si no, no es una conversación, es un manifiesto.
Cuesta mucho encontrar a buenos conversadores en los tiempos del clickbait y de los vídeos que aburren si pasan de los quince segundos, por eso cuando encuentras a uno, hay que aprovecharlo. El otro día conversaba con mi amiga Erea, que aparte de ser una fotógrafa excepcional, es una gran conversadora. Supongo que una cosa va con otra, porque para las dos hay que tener una mirada propia.
Hablamos de la actitud frente a la vida y acabamos concluyendo que la mejor es la que tenemos cuando viajamos. Cuando estamos en otro país vivimos siendo curiosos, emocionados, motivados, con ganas de descubrir cosas nuevas, aprendiendo, preguntando, probando… En cambio cuando estamos en casa, a veces nos invade una nube de dudas que no llevan a ninguna parte, de desánimo y de apatía. Es la rutina, que siempre muestra la peor parte de todo.
Vivir de viaje siempre. Ese es el reto. Andar por la vida como el que lleva en la espalda esa mochila que nos permite sentirnos libres y ser lo que de verdad queremos ser. Porque en realidad esto es un viaje. Y se acaba. Pero a veces se nos olvida, hasta que alguien nos lo recuerda marchándose. Que todo lo que nos pase forme parte de la aventura, que cualquier imprevisto se convierta en algo emocionante, que cada pequeño triunfo merezca una celebración y, sobre todo, que el final de nuestro viaje nos coja vividos.
Qué curioso, Enric, mencionas una frase que le digo mucho a mi hijo “Entiendo que no te guste estudiar, pero ¿aprender?, ¿no te gusta aprender? Porque a mí no me gusta estudiar, pero me encanta aprender”. Serendipias.
Fantástico!!