Pensaba el otro día en la autoestima. Y en cuántas formas hay de confundirla. Cuántos disfraces es capaz de ponerse a lo largo de la vida. La autoestima no es el reconocimiento. De hecho, quizá es justo lo contrario. La autoestima es cuánto nos queremos solo por ser quien somos. Es lo bien que nos caemos. Es soportarnos a pesar de todo. Con las cosas buenas que ve todo el mundo y las cosas malas que solo sabemos nosotros.
Siempre me ha parecido curioso que muchas de las personas mejor aceptadas socialmente: los guapos y las guapas, los que tienen éxito, los que desbordan talento en algo o los más inteligentes, suelen ser los que, cuando ahondas un poco, tienen la autoestima más débil. Pero si te lo paras a pensar, tiene todo el sentido del mundo.
Si desde pequeño te han dicho siempre lo maravilloso que eres, no has tenido tiempo de decírtelo tú. Y cuando dejan de decírtelo, lo echas de menos. O si la gente siempre aplaude todo lo que haces, acabas necesitando ese aplauso externo para sentir que vales. Cuando todo viene de fuera, aunque sea mucho, no alimenta la autoestima, sino el ego. Y el ego es insaciable. Siempre quiere más y siempre tiene miedo a que se olviden de él.
Cuántos casos hemos conocido de famosos cantantes que, al bajarse del escenario, entre ruidosos aplausos y exacerbados halagos, se han hundido en la soledad de la habitación de su hotel. Porque no hay nada peor que la oscuridad interna cuando se apagan los focos, no hay nada más terrible que el silencio del vacío cuando estás acostumbrado a que sea el ruido quien lo llene todo.
La autoestima no necesita que seas bueno en algo ni el mejor en nada. Ni que todos se giren a mirarte cuando pasas a su lado. La autoestima no necesita aplausos, ni contratos millonarios, ni audiencia, ni likes. La autoestima solo necesita conocerse y aceptarse. Porque no se puede querer a alguien que no conoces, aunque ese alguien seas tú mismo.
Gracias por diferenciar autoestima y ego, el riego insaciable.
Me quedo con la frase *No puedes querer a alguien a quien no conoces" y es que en el amor, a veces, hay mucho desconocimiento que se llena con la imaginación de lo que nos gustaría que fuera y eso nos lleva a amar a alguien que no es.
Es verdad. Nunca había parado a pensar en esta ventaja de los que hemos sido "patitos feos". Pero que desde siempre hemos sentido la seguridad y elegancia del cisne que había en nuestro el interior. El cisne que finalmente todos pueden ver y sentir. Estoy de acuerdo contigo que en la infancia no todo pueden ser halagos (y mucho menos si no son merecidos). A mí, por ejemplo, mi padre me machacaba mucho. Sé que no lo hacía con maldad, quería que sus hijos fuéramos excelentes y por ello nunca estábamos a la altura. Fue quizás la combinación de la crítica de mi padre, junto con todo lo contrario por parte de mi madre, que me dieron el mejor regalo del mundo y sobre el cual hoy nos haces reflexionar. Mi madre era todo comprensión, me hizo ganar confianza en mis propios actos, ternura... Siempre con el mensaje de "no te tomes la vida tan en serio" y "la receta te saldrá buenísima si todos los ingredientes son buenos". Todo esto para decir que creo que facilita mucho las cosas si de niño te han transmitido que eres capaz de hacer todo lo que te propongas. A mí ahora me hace sentir superwoman. Y no, las cosas no me van de maravilla en la vida, para nada. Pero hay que saber diferenciar, tal como muy bien dices, tu valía por un lado, y el hecho de que las cosas en la vida te vayan bien. El camino es largo y al final del mismo creo es cuando podremos realmente valorar el resultado. Entender porqué y para qué nos pasó todo lo que nos pasó en cada momento. Cogiendo un poco de perspectiva 😉 GRACIAS POR ESTOS PEQUEÑOS REGALOS DE LA VIDA QUE NOS DAS ENRIC ❤️